miércoles, 23 de septiembre de 2009

Mi mejor amigo.


No tiene nombre.


Anónimo es así, poco conocido.


Sin embargo tiene numerosas obras escritas, pintadas, dirigidas y machacadas.
Se le menta mucho en diversos ambientes.


Anónimo es así, no se preocupa de que le conozcan.


Lo hace.


Sin más.


Ni menos.


Se hace, se busca, se encuentra y se guarda para sí.


Algunos se llaman anónimos al esconderse en pseudónimos. Ah! Infelices...


¿Cuánta sabiduría puede guardar Anónimo?


Él es así, lleva tantos años dedicándose a la vida que ya ha olvidado lo que era vivir. Juraría, incluso, que varías personas usurpan su nombre.


La inseguridad hace tanto.


La humildad consigue aún más.


Anónimo, gracias por existir, pero...


¿Quién eres, Anónimo?


Incomprensiones nocturnas, diurnas y vespertinas (Episodio I)

Próximo vagón




El circo humano (Volumen VI)

Los días habían pasado tan tediosos como rápidos y, casi un mes después de abrir el primer paquete de pañuelos con capas híper absorbentes que llegaban a secar incluso las lágrimas que aún no tenían previsto ser concebidas la chica de la pipa marrón que se sienta en el viejo sillón marrón y Ella decidieron analizar una vez más la concepción de los hechos que habían acaecido hasta entonces.

Se habían escudado en una visión sincrética de la realidad irreal originada en aquél vagón exprés que había sustituido al viejo tren oxidado con el hierro raído por el paso de las personas sin pena ni gloria por sus sillones de terciopelo.

Al despedirse del antiguo tren arañaron una vez más las paredes, recubiertas por papeles de seda acartonados con el paso del tiempo. La cola blanca nunca fue una buena solución para la seda y empezó a notarse cuando esta comenzó a rasgarse por los extremos redondeados de las esquinas.

La sincronía de los espacios hacia vacilar a los viajeros y no permitían que el tiempo descompasara los pensamientos incesantes de las que aún conservaban neuronas.

La fauna era realmente llamativa, se habían juntado una especie de neotribus semiurbanas rockunderground en un viaje limitado de 1265 km.

La chica de la pipa marrón que se sienta en el viejo sillón marrón y Ella repararon en la caldera que había permanecido silenciosa hasta ahora. No habían sentido su presencia en todo aquél viaje. Ni siquiera cuando se abrasaron por su calor.

Ni siquiera.

El calor humano hizo el resto, cuando se acercaron a ella sintieron como 2001 manos agarraban sus cinturas con ansía arrastrándolas hacia sus territorios, alejándolas de lo poco inerte que había allí. Envidiaban a la caldera. Envidiaban su pureza cubierta de negro carbón, envidiaban lo que ella conseguía, envidiaban la solidaridad que emanaban sus fogonazos y chispas al dar calor a quien no lo tenía.

Eran incapaces de desprenderse del vagón, por lo tanto anudaron los cordones de sus zapatillas y corrieron a desprenderse de todo lo que podía atarlas al nuevo vagón para depositarlo en el antiguo. Ellas permanecerían allí, atarían con su cuerda, recién creada, el nuevo vagón al viejo.

Nadie pidió entonces que se deshicieran, por primera vez tuvieron el suficiente respeto para comprender que Ella y La chica de la pipa marrón que se sienta en el viejo sillón marrón estaban juntas en esto. Qué se le iba a hacer, ya eran inseparables.

El circo humano (Volumen VI)

sábado, 12 de septiembre de 2009

Contradicción


Soy el rojo del daltónico.


El azúcar del diabético.


La nicotina del que abandona al tabaco.


El golpe del hemofílico.


La sonrisa del triste.


La esperanza del terminal.


Los sonidos que oye el sordo.


Las sábanas del primer polvo virginal de un quinceañero con una chica veinte años mayor.


La patada en la espinilla al cojo.


La mirada de los que atrapan gafas de sol en su cara.


Los pies de un pez.


El canalón obstruido con hojarasca.


Suena absurdo encontrarse en todo lo que carece de sentido. En los rincones más difíciles, recónditos y alejados de la lógica me hallo.


Me busco y no me encuentro en todo aquello que se me da a entender con p flecha q.


Soy tan lógica dentro de lo absurdo que me encuentro reflejada en el insulto escupido a quienes no comprenden que, a veces, no es necesario ser racional.


Llámenme infantiles, señores y señoras mías, pero yo... soy así.


Y me gusta.


Amante de lo absurdo.


Acordonada


Peligro: Zona acordonada por abulia dispersada y extasiada de dudas.


Atada.


Refugiada en no saber qué hacer.


Plena de incertidumbre.


Llena de bajos tempos que animan a la abulia a aparecer.


Vacía.


Llena de desconocimiento.


Seguidora del desinterés.


¿Cómo se explica?


¿Cómo se sigue?


No encuentro más motivo para buscarme que yo misma. Me empiezo a perder. Empiezo a necesitar.


No me gusta.


Antes me gustaba.


Yo.


Yo, en primera instancia.


Ahora no me gusta. No es cuestión física, sólo psíquica.


Sólo, me atrevo a decir.


Desgaste pronunciado.


Mi piel empieza a acusar los girones de las discusiones con las que remiendas nuestras conversaciones. Mi voz desaparece por momentos. Mi juicio sigue intacto pero con menos fuerza. Mi cadencia disminuye, se disipa, se aleja y desaparece. Me mezo en el no saber qué hacer.


La respuesta es clara.


No tanto.


Quizá.


Quién sabe.


Tal vez Michelle lo sepa.


La esperaré, hasta entonces me ahogaré en cuerdas de abulia.