sábado, 31 de octubre de 2009

Notas en la cama

31/10/09 - 9.33

Nunca quise escribir epitafios de amor, pero al encontrarme de frente a la soledad no me quedó más remedio que sentarme con ella cara a cara, invitarla a un café y rescatar de mi memoria presente todo aquello que nos había ocultado a las dos.

La reacción esperó tres miligramos cúbicos de segundo para hacerse patente y comenzó a atormentarla por sentirse desubicada.

Se levantó, cogió su abrigo, me miró con el desdén propio de alguien que se sabe poseedor de tus derechos sin llegar a haber pujado jamás por ti en una subasta y se fue.

Al alejarse, su halo de grandeza y magnificencia se agrandó cuando, a voz en susurro le grité:

-Esta noche nos vemos.

Girose y emprendió su camino hacia mi mesa de cobre.

-¿Para qué?

-Para echarte.

sábado, 24 de octubre de 2009

Cartas sin dirección


No hay código postal que valga.


No hay remites.


No hay sellos.


Ya nadie lame sin lascivia pequeños pedacitos de papel con la esperanza de llevar amor en un sobre.


Yo...


Yo no iba a ser menos.


Mi buzón está saturado.


Escupe las cartas.


Y yo...


Yo nunca fui de esputos.


Ni siquiera literarios. De éstos tal vez sí, rectifico.


O me sobra o me falta, pero algo está cambiando.


De hecho ya cambió.


Me mudo de dirección.


Es decir, seguiré por aquí.

lunes, 12 de octubre de 2009

Sustancialmente insustancial.


Mi botón de off está encendido más de lo que debería. O no.

Repasando las pocas líneas que conforman mi vida hallo demasiadas curvas que patinan sin dificultad por estridentes picos de rectas inconclusas.

¿Qué sentido tiene?

Nunca me gustaron las paralelas, me cuesta un trabajo horrible seguir las directrices de otras líneas, ya sean rectas o curvas con el fin de…

¿Qué fin tiene seguir a otros?

¿Qué fin persigues cuando persigues a otros?

¿Qué es el fin?

¿Por qué no empezamos por el fin?

Entonces me remonto al principio, a mi funeral, a cómo lo planee y cómo empiezo a dudar que sea así.

“Eres distinta”

¿A quién?

“A las demás”

¿Quién es demás?

De qué me vale oír palabras si luego no son plenas, si no pueden ejecutarse porque mi botón de on y off está averiado. No sé qué le pasa, no sé despertarlo, accionarlo, desmembrar sus circuitos internos para poder decir:

“¡Hey (Jude)! ¡De nuevo aquí!”

Y, si no me he encendido ya, será que estoy en standby… y no sé qué es peor.

Quiero on…

No.

Quiero off…