Hay una muerte por ejecutar y no sé ni cómo ni dónde podré llevarla a cabo.
Me atormentas, es cierto. Evitarlo sería un error, negarlo una mentira (más) para el repertorio de tus horas.
Siempre llegas, con tu aire de suficiencia, de chico listo y arrogante que se sabe triunfador. Siempre empiezas a fastidiar desde el minuto uno.
Me enfadas.
Me desesperas.
Me haces llorar.
Me sacas la sensibilidad a patadas mientras ríes con tus horas impertérrito ante lo que ocurre a mi alrededor.
Eres asquerosamente odioso. Tanto que no pienso hacerte resucitar el día que mueras.
Domingo, te pienso matar, algún día.
Necesito ayuda para matarle.
Quiero acabar con todos y cada uno de los de tu especie.
Por una muerte (no) digna de los domingos. Reformaré el calendario para que salgas fuera de mi vida y sólo pueda aguantar los sábados en barbecho hasta que llegue el lunes y te transformes en lo que ya no eres.
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Pensamientos absurdos