sábado, 18 de diciembre de 2010

Tras varios días pensándolo, meditándolo como si se le fuera la ilusión en ella decidió aquella noche decirle que sí.

Que sí, que lo iba a compartir con Él.

Que lo iban a compartir.

Que se lo iba a regalar.

Que durante más de media hora le haría feliz.

Y que todas las sonrisas serían también para Él.

Pero, al final, fue Él quien dijo que no.

Y Ella, sin que Él lo supiera, lloró.

Porque quería compartir con Él aquello. Y no podría.

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Pensamientos absurdos