Antes de dormir, para no faltar a su cita con los pensamientos inútiles, se embadurnó en crema y pensó que así estaría resguardada de la soledad.
Se metió en la cama, huellas de gato esta vez para acompañar a su cuerpo y sintió que el remedio que había puesto a las noches frías era inútil. Seguía estando allí. A su lado, para acompañarla.
Y se acordó de aquella noche, de la maravillosa forma de crear nuevas arrugas en los tejidos naturales y sintéticos que se mezclaron aquella cama, como si no hubiera más forma de gritar que la de un gemido madrugador.
La crema, era inútil, no podía hacer más que acunar a la lógica para apelar al pragmatismo y formar un trío que los hiciera invencibles.
A ellos, y a los recuerdos futuros.
martes, 23 de noviembre de 2010
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Pensamientos absurdos