martes, 4 de agosto de 2009

El fantástico caso de la neogótica cursi


El circo humano (Volumen II)


Consiguió subir al tren después de forcejear con toda la gente que la había estado reteniendo durante su precipitada y ansiada huida y, cuando pudo darse cuenta, ya les había dejado atrás.

Buscó con cierta tranquilidad asiento, la velocidad nunca fue uno de sus fuertes y reparó tranquilamente en las ventajas e inconvenientes de cada uno de los sillones de mármol y terciopelo raído que conformaban aquel vagón.

La iluminación era tenue, tanto que tenía que tocar cada uno de los sitios para poder ver cuál se podría adecuar mejor al viaje que acababa de comenzar. No quería equivocarse, sabía que una vez que se sentara le sería difícil encontrar otro asiento. Segundos después, la megafonía lo confirmaba, la siguiente parada llenaría el vagón de seres de otras especies.

Cuando lo vió, supo que era ese el sitio en el que querría sentarse, frente a la ventana tenía la luz suficiente para poder leer y comer magdalenas sin llegar a quedar cegada por la luna.

De repente, el tren frenó en seco, como si tuviera prisa por ver a alguien que iba en otra dirección, ella no se sobresaltó, llevaba demasiados frenazos en su vida y por uno más no tendría que sorprenderse.

Se abrieron las puertas y subió ella. Al principio, su estética, neogótica mezclada con un sutil toque de cursilería puesto gracias a dos lazos rosas coronando los dos pequeños moñetes estilo japo que recogían su pelo, la sorprendió.

Se sentó a su lado sin mediar palabra y de repente, le entregó una carta. Mientras la miraba, la neogótica la invitó a guardar silencio mientras leía la misiva.

Una vez la hubo leído, le comenzó a susurrar muy bajito lo que llevaba un tiempo pensando, aquél chico del gorro al estilo cow-boy no era de fiar. Ni siquiera el chico que la había estado atando, se habían aliado para la destrucción masiva de su personalidad.

En aquel momento no entendía nada, estaba confusa pero siguió escuchando a la neogótica con atención, confiaba en sus palabras y más aún en sus moñetes estilo japo.

El tren volvió a frenar, ella se golpeó la cabeza ligeramente y su discurso cambió radicalmente, hasta el punto de llegar a contradecirse de forma descarada y burda.

Fue entonces cuando sacó otra carta. Ella comenzó a sospechar que los moñetes estilo japo no eran garantía de confianza absoluta y que aquellas líneas que volvían a proclamarle el amor ilimitado del ectoplasta no estaban tan plagadas de verdad como en un principio creyó.

Siguió mirándola atentamente un rato mientras no dejaba de hablarle a voces y consiguió arrancarle un par de falsas verdades.

Nada que no supiera.
Nada que no le hubiera gustado saber en su momento.

Nada nuevo. O sí.


El circo humano (Volumen II)

2 comentarios:

  1. yo creo que ya, a partir de hoy, me declaro fan tuyo y de tus historietas.

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  2. Muchas gracias, es un placer leer eso :) Espero que te sigan gustando.

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Pensamientos absurdos